“El Loco” gana en Argentina: ¿y ahora qué? / “The Madman” Wins in Argentina: Now What?

Javier Milei, el presidente de Argentina desde el 10 de diciembre de 2023. Conocido por su retórica pugilista y sus promesas de campaña radicales, sus seguidores lo apodaron “El Loco”.  Foto cortesía de Midia NINJA.

Javier Milei, Argentina’s president since December 10, 2023. Known for his pugilistic rhetoric and radical campaign promises, he has been nicknamed “The Madman” by his followers. Photo courtesy of Midia NINJA.

El recién elegido presidente de Argentina, Javier Milei, se ha ganado el apodo cariñoso de “El Loco” por sus legiones de seguidores. Tomando en cuenta las peculiaridades de este líder de extrema derecha, el nombre parece ser correcto. A lo largo de su campaña, Milei rompió las normas establecidas del decoro político a una escala nunca antes vista en la política argentina. Ha criticado al Papa Francisco, quizás el argentino más famoso y respetado tras Messi, llamándolo “un zurdo asqueroso”. Ha dirigido ataques vulgares y personales hacia sus oponentes políticos. Ha hablado extensamente sobre sus conversaciones telepáticas con sus cuatro mastines gigantes, cuyos Milei clonó de su perro fallecido y considera sus “mejores estrategas”. 

Aún más radical que su personalidad es su política. Mientras Argentina sufre de una tasa de inflación de más de 142 por ciento y una tasa de pobreza de 40 por ciento, el autoproclamado “anarco-capitalista” Milei ha prometido realizar un programa ultralibertario que pretende recortar drásticamente el gasto público, eliminar el banco central y cambiar la moneda nacional del peso argentino al dólar estadounidense, entre otras medidas económicas extremas. También ha tomado posiciones conservadoras en asuntos sociales, oponiéndose al aborto y la educación sexual obligatoria. Su victoria rompió décadas de un efectivo bipartidismo entre la centroderecha y el peronismo, una ideología populista y laborista fundada por el influyente Presidente Juan Perón, quien ejerció el poder por gran parte de la segunda mitad del siglo XX. Tomando todo esto en cuenta, es claro que la victoria de Milei representa una manifestación de la exasperación del pueblo argentino con la política institucional.

¿Pero qué explica este rechazo del status quo gubernamental? Para dar una respuesta a esta pregunta, tenemos que mirar hacia atrás a la historia económica y política de argentina.

Quizás el mejor punto dónde podemos empezar es el inicio de la Primera Guerra Mundial, cuando Argentina había gozado de un crecimiento económico muy alto. Tras décadas de estabilidad gubernamental y medidas económicas efectivas, el país figuraba entre las 10 principales economías del mundo en 1913. Su capital, Buenos Aires, experimentó una época dorada, presenciando la construcción de edificios y estatuas prominentes que siguen siendo fundamentales para la ciudad. Esta prosperidad era tan impresionante que surgió un dicho que exaltó la riqueza de la nación: “tan rico como un argentino”. Estos hechos parecen ser de otro mundo cuando analizamos el actual estado económico de Argentina, que se define por inflación atrincherada y estancamiento de PIB.

¿Cómo llegó Argentina de este periodo de prosperidad al presente? Una teoría que pretende explicar esta caída considera factores institucionales que contribuyeron a la inestabilidad social y política. Argentina experimentó un periodo de estabilidad entre la promulgación de la Constitución de 1853, que causó modernización y crecimiento económico, y los inicios del siglo XX, pero la nación pronto se encontró en turbulencias que sigue sufriendo hasta hoy. Hasta el fin de la época de modernización, el desarrollo de Argentina pareció bastante similar a la modernización institucional que ocurrió en países como los Estados Unidos, Canadá y Australia. Sin embargo, la diferencia entre la prosperidad eventual de estos países y Argentina es que el país que estamos analizando nunca terminó su proceso de democratización bajo la supremacía de la ley. En 1930, un grupo de militares ultraderechistas realizaron un golpe de estado contra el gobierno democrático, iniciando un periodo de cambio frecuente entre dictadura brutal y democracia frágil que duró décadas. 

Esta alternancia creó las condiciones para el realineamiento político provocado por la influyente presidencia de Juan Perón. Empezando después de la Segunda Guerra Mundial, Perón instituyó una serie de políticas populistas que pusieron énfasis en intervención gubernamental en la economía, a la vez silenciando a sus oponentes políticos. Su legado sigue hasta hoy en la ideología del peronismo, que ha sido una fuerza persistente en la política argentina desde su presidencia. En 1976, militares iniciaron un golpe contra la tercera esposa de Juan Perón, Isabel, resultando en una dictadura represiva y brutal. Esta junta impuso políticas económicas neoliberales que agregaron a la deuda externa. Después del retorno a la democracia en 1983, gobiernos de izquierda y derecha siguieron promoviendo políticas insostenibles que contribuyeron a una alta deuda externa y turbulencia macroeconómica.

Este ciclo de golpes de estado e inestabilidad no sólo aplica a Argentina. Es una dinámica que se ha difundido por toda Latinoamérica, impidiendo el crecimiento de la región. Pero la inestabilidad institucional ha dañado a la economía de Argentina tanto y por tan largo tiempo que este fenómeno presenta un caso excepcional en la región. Los gobiernos de ambos lados del sistema argentino han gastado más plata que ganan, resultando en un aumento de deuda externa y el banco central imprimiendo dinero. Todo esto ha culminado en la situación actual de hiperinflación y estancamiento económico.

Entendiendo esta historia, se puede ver como un candidato antisistema como Milei ha logrado ser elegido presidente de Argentina. Mucha de la población ha perdido su confianza en las instituciones y selecciones políticas que tienen y eligieron votar por el alternativo radical como un acto de protesta contra el status quo. Esto se puede ver en el hecho de que personas entre 15 y 29 años, que experimentan una tasa de pobreza de 46.8 por ciento, y la gente pobre en general han cambiado de grupos cruciales para los peronistas a algunos de los partidarios más apasionados de Milei. Estas personas, siendo algunos de los más desaventajados en el actual clima económico, han encontrado en Milei una representación de sus frustraciones y esperanza para el cambio. Esta dinámica nos puede ilustrar porque sus seguidores le han llamado “El Loco” como título honorífico. Desde la perspectiva de los más desaventajados, apoyar a una persona tan forastera de lo que se considera “decente” parece como la única opción para mejorar sus vidas. 

Una medida de confianza en el gobierno argentino. En 2023, este índice cayó a su punto más bajo desde 2003. Gráfica cortesía de la Universidad Torcuato Di Tella.

Para Milei, será difícil cuadrar las expectativas altas de sus seguidores con la realidad política que enfrenta. Queda sin una mayoría en el Congreso y sin gobernadores o alcaldes de su partido, La Libertad Avanza, en las provincias. Aunque se ha aliado inquietamente con los conservadores tradicionales, sigue careciendo de un bloque de apoyo concreto que le ayudará a implementar sus promesas radicales. 

Hemos visto situaciones similares a través de América Latina. Rabia contra el estancamiento económico ha resultado en gobiernos en poder perdiendo contra candidatos antisistemas que prometen cambios radicales, pero que a menudo carecen del poder político para cumplir sus objetivos. Ejemplos de estos procedimientos existen en Chile, Perú, Colombia y ahora Argentina. En Perú, esta dinámica resultó en que el presidente, Pedro Castillo, intentara sin éxito un autogolpe que sumió a la nación en el caos. Independientemente de la orientación política de estos líderes, las elevadas promesas que no se cumplen han generado y seguirán generando inestabilidad política.

Si Milei no logra implementar sus políticas, Argentina experimentará una turbulencia provocada por un público furioso cuyas expectativas no fueron cumplidas. Pero si Milei de alguna manera promulga todas las políticas que ha prometido, el resultado podría resultar en turbulencia también. Su deseo de terminar con el uso del peso argentino y, en cambio, usar el dólar estadounidense podría dejar a la economía argentina aún peor de lo que está ahora. Este plan significa que la política monetaria argentina sería decidida no en Buenos Aires, sino por la Reserva Federal estadounidense. Porque los intereses de Argentina y los intereses de los Estados Unidos no están siempre alineados, la dolarización podría terminar teniendo un efecto dañino en la economía. Además, la “terapia de shock” que ha iniciado—devaluando el peso, removiendo regulaciones gubernamentales y dramáticamente reduciendo gastos públicos—causará una contracción económica fuerte antes de realizar posibles beneficios. 

Tomando todo esto en cuenta, parece que el futuro de Argentina está lleno de incertidumbres económicas y sociales. Si Milei no logra su prometida revitalización económica, el pueblo argentino podrá producir un estallido social que traerá más incertidumbre a esta nación asediada. La ministra de Seguridad de Milei, Patricia Bullrich, ha prometido reprimir las protestas, preparando el escenario para una fuerte inestabilidad interna. No se sabe que resultaría de esto, pero quizás terminaría en una revitalización del poderoso peronismo, un movimiento que ha sobrevivido crisis tras crisis en sus 70 años de historia. En cambio, podría marcar el comienzo de una fuerza totalmente nueva, revolucionando el panorama político argentino una vez más. Si podemos estar ciertos de una cosa, es que la elección de Milei trae Argentina hacia territorio inexplorado e incierto. 

¿Qué nos enseña este caso? Crucialmente, esta elección subraya el poderoso efecto político de la frustración con el status quo, a menudo motivado por estancamiento económico y desigualdad de riqueza. Para asegurar estabilidad y prosperidad, los gobiernos alrededor del mundo necesitan promover políticas que persiguen un crecimiento estable y sostenible. A la vez, es necesario asegurar que las ganancias de ese crecimiento se distribuyan de una manera equitativa. Cayendo a la tentación del populismo no es la solución que nos ayudará a manejar la economía globalizada. En cambio, hay que implementar políticas sensibles y equitativas para generar crecimiento estable y restaurar confianza en instituciones democráticas.

Jonathan Pollak (CC ’27) es un escritor peruano-estadounidense del Columbia Political Review que estudia ciencias políticas y economía. Sus intereses incluyen la estabilidad institucional y el desarrollo económico en América Latina.


The newly elected president of Argentina, Javier Milei, has gained the affectionate nickname of “The Madman” from his legions of followers. Taking this far-right leader’s eccentricity into account, the moniker seems to ring true. Throughout his campaign, Milei broke the established norms of political decorum on a scale never before seen in Argentine politics. He has criticized Pope Francis, perhaps the most famous and respected Argentine bar Messi, calling him “a disgusting leftist.” He has directed vulgar and personal attacks toward his political opponents. He has spoken at length about his telepathic conversations with his four giant mastiffs, who he cloned from his deceased dog and considers his “best strategists”

Even more outlandish than his personality is his politics. As Argentina suffers from an inflation rate of more than 142 percent and a poverty rate of 40 percent, Milei, a self-proclaimed “anarcho-capitalist,” has promised to carry out an ultra-libertarian program that aims to drastically cut public spending, eliminate the central bank, and switch the national currency from the Argentine peso to the U.S. dollar, among other extreme economic measures. He has also taken conservative positions on social issues, opposing abortion and mandatory sex education. His victory broke decades of an effective two-party system between Argentina’s center-right and Peronism, a populist and laborist ideology founded by the influential President Juan Perón, who held power for much of the second half of the 20th century. Taking all this into account, it is clear that Milei’s victory represents a manifestation of the Argentine people’s exasperation with institutional politics.

But what explains this rejection of the governmental status quo? To answer this question, we must look back at Argentina’s economic and political history.

Perhaps the best place to start is the beginning of World War I, when Argentina enjoyed some of the world’s highest economic growth. Following decades of institutional stability and effective economic policy, the country numbered among the world’s top 10 economies in 1913. Its capital, Buenos Aires, experienced a golden age, witnessing the construction of prominent buildings and statues that continue as landmarks today. This prosperity was so impressive that a saying exalting the nation’s wealth arose: “as rich as an Argentine.” These facts seem otherworldly when we analyze Argentina’s current economic state, which is defined by entrenched inflation and stagnant GDP.

How did Argentina get from this period of prosperity to the present? A theory that seeks to explain this decline considers institutional factors that contributed to social and political instability. Argentina experienced a period of stability between the promulgation of the 1853 Constitution, which spurred modernization and economic growth, and the beginning of the 20th century. But soon, the nation found itself in turbulence that it continues to suffer from to this day. Until the end of Argentina’s era of modernization, its development seemed quite similar to the democratic transitions that occurred in countries such as the United States, Canada, and Australia. However, the difference between the eventual prosperity of these countries and the country we are analyzing is that Argentina never finished its democratization process or developed an entrenched rule of law. In 1930, a group of far-right members of the Armed Forces carried out a coup against the democratic government, sparking a period of frequent change between brutal dictatorship and fragile democracy that lasted decades.

This vicious cycle created the conditions for the political realignment brought about by Juan Perón. Beginning after World War II, Perón instituted a series of populist policies that emphasized government intervention in the economy while silencing his political opponents. His legacy continues to this day in the ideology of Peronism, which has been a persistent force in Argentine politics since his presidency. In 1976, the military began a coup against Juan Perón's third wife, Isabel, resulting in a repressive and brutal dictatorship. This junta imposed neoliberal economic policies that added to the external debt. After the return to democracy in 1983, governments on the left and right continued to promote unsustainable policies that contributed to high external debt and macroeconomic turbulence.

This cycle of coups and instability does not only apply to Argentina. It is a dynamic that spread throughout Latin America, hampering the region’s growth. But institutional instability has damaged Argentina’s economy so heavily and consistently that this phenomenon presents an exceptional case. Governments on both sides of the Argentine political system have spent more money than they bring in, resulting in the central bank printing money and an increase in external debt. All of this has culminated in the nation’s current situation of hyperinflation and economic stagnation.

Understanding this history, we can see how an anti-establishment candidate like Milei managed to reach Argentina’s presidency. Many of the population have lost their trust in entrenched institutions and politicians and chose to vote for the radical alternative as an act of protest against the status quo. This can be seen in the fact that people between 15 and 29 years old, who experience a poverty rate of 46.8 percent, and poor people in general have shifted from crucial bases of support for the Peronists to some of Milei’s most passionate supporters. These people, some of the nation’s most disadvantaged in the current economic climate, have found in Milei a manifestation of their frustrations and desire for change. This dynamic exemplifies why his followers have called him “The Madman” as an honorific title. From the perspective of the most disadvantaged, supporting a person so beyond the pale of what is considered “decent” seems like the only option to improve their lives.

A measure of Argentine citizens’ confidence in their government. In 2023, this index fell to its lowest level since 2003. Graphic courtesy of the Universidad Torcuato Di Tella.

It will be difficult for Milei to square the high expectations of his followers with the political reality he faces. He lacks a majority in Congress and does not have any governors or mayors in office in Argentina’s provinces. Although he has entered an uneasy alliance with the nation’s traditional conservatives, he still lacks a concrete coalition that will help him implement his radical promises.

In recent years, similar situations have emerged throughout Latin America. Popular anger at economic stagnation has resulted in incumbent governments losing to anti-establishment candidates who promise radical changes but often lack the political power to deliver on their goals. This phenomenon has played out in Chile, Peru, and Colombia, and now in Argentina. In Peru, this dynamic resulted in the president, Pedro Castillo, unsuccessfully attempting a self-coup that plunged the nation into chaos. Regardless of the political orientation of these radical leaders, lofty promises that are not kept have generated and will continue to generate political instability throughout the region.

If Milei fails to implement his policies, he will meet the wrath of an angry public. But if he somehow enacts all the policies he has laid out, the result could also bring fierce turbulence to the nation. His desire to “dollarize” Argentina—ending the use of the Argentine peso in favor of the U.S. dollar—could leave the Argentine economy even worse than it is now. This plan means that Argentine monetary policy wouldn’t be decided at home, but instead by the U.S. Federal Reserve. Because Argentina’s interests and the interests of the United States do not always align, this dynamic could end up having a damaging effect on the economy. Furthermore, the “shock therapy” Milei has initiated—devaluing the peso, removing government regulations, and dramatically reducing public spending—will cause a destabilizing and pronounced economic contraction before reaping any potential benefits.

Taking all this into account, it seems that Argentina’s future is full of economic and social uncertainties. If Milei does not achieve the promised economic revitalization he has so confidently promised, the Argentine people could take to the streets, bringing more agitation to the beleaguered nation. Milei’s Minister of Security, Patricia Bullrich, has promised to repress the protests, setting the stage for bloody street clashes and further instability. We cannot know what would come from such chaos, but it might end in a revitalization of Peronism, a resilient movement that has survived crisis after crisis across its 70-year history. In contrast, it could usher in an entirely new force, revolutionizing the Argentine political landscape once again. If one thing is certain, it is that Milei’s election brings Argentina into uncertain and uncharted territory.

What does this case teach us? Crucially, this election underscores the powerful effect of frustration with the status quo, a dynamic often motivated by economic stagnation and wealth inequality. To ensure stability and prosperity, governments around the world need to promote policies that pursue stable and sustainable growth while ensuring that the gains from that growth are distributed equitably. Falling to the temptation of extremist populism is not the solution that will help us navigate a globalized economic landscape. Instead, we must pursue sensible and equitable policies to generate stable growth and restore trust in democratic institutions.

Jonathan Pollak (CC ’27) is a Peruvian-American staff writer at the Columbia Political Review studying political science and economics. His interests include institutional stability and economic development in Latin America.